PINDIEZ, Más Chulo que Pinocho…, ¡y que Pinnueve!

De la serie: Azzurro Metal Tales (AMT)

Érase una vez que se era, un fabricante de figuras y esqueletos metálicos llamado Carletto que se sentía muy solo. De entre todos sus esqueletos y calaveras metálicas escogió de su taller unas cuantas piezas, con las que construyó un muñeco de metal en forma de niño, al que llamó Pindiez.

-¡Qué bien me ha quedado! -exclamó Carletto-. Lástima que sólo sea un muñeco metálico y no un niño de verdad.

Pero, tanto deseaba Carletto tener un hijo, que los Dioses Azules del Metal le concedieron su deseo, y aquella noche, mientras dormía, convirtieron a Pindiez en un androide con capacidad para pensar, hablar, caminar y todo lo que puede hacer un niño de verdad. También pidieron al Evil Papagalli (Loro del Infierno) que acompañase siempre al androide para que, si aprendía a ser un verdadero metalero, se pudiese convertir en un niño de verdad.

– ¡Hola, viejo! -exclamó todo chulo Pindiez, por la mañana.

– ¡Eh! ¿Quién habla? -gritó Carletto asustado mirando a todas partes.

– Soy yo, Pindiez. ¿Es que estás alelao? ¿No reconoces a tu propio hijo?

– ¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo! ¡Y es más chulo que un ocho! ¡Y que un nueve! Espera hijo, que te pongo una camiseta de calaveras ahora mismo.- y le calzó una espectacular camiseta de Metalocalypse.

Carletto pensó que su hijo, siendo un androide de metal, tenía que educarse con buena música, así que le iba a mandar al festival metalero más famoso del país, llamado Calaveris Metalicus. Pero andaba muy corto de presupuesto, así que tuvo que vender algunas de sus mejores creaciones a precio de saldo para comprar la entrada.

Pindiez, que era un androide muy macarra, mientras iba hacia el Calaveris, pensaba en como ligarse y chulear a alguna piba con pasta, para devolver el dinero a su pobre padre. El Evil Papagalli le vigilaba de cerca hasta que al doblar una esquina (y mira que yo pensaba que todas las esquinas estaban ya dobladas desde siempre) le perdió la pista.

Entonces se le cruzaron Txoni Camela, una niña flacucha, fea, flatulenta, fascista, facinerosa y unas cuantas más cosas que empiezan por efe, y Jonan Perreo, un niñato malo, malvado, maligno, malintencionado, maleducado, maltrecho, malnutrido,  malmandado, malnacido, maloliente, malpensado, malqueda, malsano, malsonante, maltratado, malversador, malacostumbrado, malandrín, y lo peor de todo: ¡malabarista! Eran dos niños con sospechosas intenciones. De hecho éstas eran terribles, ya que consistían en meter a Pindiez en un disco-pub de regetón del chungo a perrear como un descosido.

Cierto es que tenía cara de primo.

Txoni le preguntó:

– ¿A dónde vas, metalito andante?

– Voy al festival Calaveris, a romper con todo, y ligarme niñatas jebis a sacopaco.

– ¿Jebis? Un androide con las caderas brillantes y bien engrasadas, como tú debería entrar al Txispas Wakalito, a perrear con voluptuosas muchachitas ligeras de cascos -dijo Jonan.

Pindiez pensó que no perdía nada por probar a entrar un rato a mover el esqueleto metálico. Aún había tiempo para llegar al festi.

Su manera de bailar fue un rotundo éxito. Los movimientos robóticos quedaban molones al son del perreo regetoniano. Y las muchachas se arremolinaban a su alrededor emborrachándole de éxito sexuarrr (jarl, ay can de mor) y frenesí sandonguero. El Evil Papagalli le encontró de esa guisa y se le revolvieron las tripas metaleras. Fue a chivarse a Carletto, que salió pitando hacia el Txispas.

A Pindiez le emborracharon Txoni y Jonan a base de oleadas de txupitos con los mejunjes más diversos. Acabó tirado en el callejón de detrás del local hecho un guiñapo. Menos mal que los Dioses Azules del Metal le encontraron y le preguntaron:

Pindiez, ¿qué has estado haciendo? ¿No ibas camino del Calaveris Metalicus?

– Es que una banda llamada «Latin Lords in the Wey Bat Chiba Txu Txu» me han raptado y drogado y me han dejado aquí tirado.

La nariz de Pindiez comenzó a alargarse y los Dioses Azules del Metal preguntaron:

– Y ¿cómo te han drogado?

La respuesta del androide fue:

– Me han abierto con destornilladores ilegales de estraperlo, y me han echado una sobredosis de aceites adúlteros.

A cada mentira de Pindiez, la nariz crecía y crecía. Hasta que, muy asustado, tuvo que parar y pedir perdón a los Dioses Azules del Metal, o iba a terminar siendo una antena de onda corta.

Esperemos que no sintonizase Los 40 Latino...

Le explicaron que mentir hacía que le creciese la nariz, se la redujeron un poco, y le dieron Ibuprofeno Metal Versión, para la resaca, y siguió camino al festival metalero. Con lo que, cuando Carletto y el Evil Papagalli llegaron al Txispas, Pindiez ya no estaba.

Como Pindiez aún tenía la nariz estirada y tardaría un rato en pasarse el efecto Txoni Jonan, que trabajaban por el día raptando a niños mentirosos y llevándolos a campos de baile regetoniano, atraparon al androide y lo subieron en su coche tuneado de color amarillo Piolín.

Una vez en el campo de baile, a Pindiez le comenzaron a crecer unas orejas de burro cada vez que meneaba el «cucu» al ritmo del regetón. Menos mal que el Evil Papagalli entró volando en el campo de baile y le alertó al bailarín de lo que le estaba sucediendo. Ambos se escaparon haciendo piquetes de ojos a los que intentaban impedírselo con sus manos colocadas en forma de cuernos metaleros, a ritmo de «Primo Victoria» de Sabaton.

Pero cuando estaban ya muy cerca de casa Evil Papagalli recibió un SMS en su «metal phone» de última generación. Era Carletto, que decía que estaba buscando a Pindiez por el mar, y un cachalote de la Sgae estaba apunto de tragárselo. Es bien sabido que a esos cabronazos de la Sgae te los puedes encontrar en cualquier parte. Lo que no queda tan claro es cómo coño en ese lugar había cobertura.

El caso es que Pindiez salió zumbando a salvar a su padre, a riesgo de oxidarse completamente. Evil Papagalli lo acompañó impresionado por la valentía del muchacho robótico. Ambos dieron con el cachalote gracias al localizador GPS que Pindiez había tangado casualmente en el Txispas Wakalito (además de mentiroso, ladronzuelo). El cachalote se tragó al androide, pero escupió todo lo que había comido enseguida, Carletto y Pindiez incluidos, porque el chico había traído su reproductor de MP3 con los altavoces portátiles y había puesto a todo volumen Cuerdas de Acero, de Barón Rojo.

Con más recursos que R2D2.

Ya en la orilla, los tres recopilaron cosas que habían encontrado dentro del cachalote, y resulta que entre los trastos había: un tenedor retorcido, un hacha neolítica, un bote de champú para genitales, un sacapuntas USB, una señal de tráfico, un consolador Obama azul y uno dorado, y dos entradas para el Calaveris Metalicus. Por lo cual, no sin antes transformar los Dioses Azules del Metal a Pindiez en un niño de verdad, los tres se fueron al festival para celebrarlo.

Y azulín, azulado, este cuento se ha metalizado.

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Acerca de

Estudiar no era lo mío por lo que comencé a dedicarme desde muy joven a algo relacionado con la imagen y la informática, en una productora que trabajaba para la televisión autónomica. Después ayudé al negocio familiar (el AZZURRO Rock Pub) unos años, y acabó convirtiéndose en mi actividad principal. Desde hace unos años he compatibilizado el Azzurro con llevar adelante un proyecto con 3 socios más: MODPC, una comunidad de aficionados a la informática y una tienda de artículos relacionados con ella. Ambas empresas tienen una importante presencia en Internet.

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